F-Zero nunca fue un juego tecnológicamente importante. Publicado cinco años más tarde que Space Harrier y un año después de que Hard Drivin’ y sus gráficos tridimensionales llegaran a los recreativos, su importancia no radica en la consecución de algo nuevo, sino en llevar los avances de los salones recreativos al salón de nuestra casa.
Es, de hecho, un juego conservador, con más en común con viejos clásicos como Punch-Out! que con un género que avanzaba a pasos agigantados. Y es éste tradicionalismo, no su tecnología, lo que le he permitido mantenerse vigente durante casi treinta años.