Por qué el precio apenas se menciona en mis críticas

Shut Up & Sit Down y No Pun Included, creen que el precio es una información indispensable en todo análisis. Pero yo no. El precio no suele ser parte de mis críticas y me gustaría explicar por qué.

PRECIO

No suelo darle importancia al precio en mis críticas porque no evalúo a los juegos como productos. Al contrario, analizo a los juegos desde un punto de vista artístico. Me centro en sus cualidades estéticas, en cómo funcionan y su relación con la audiencia. El objetivo de mis críticas es ayudar a entender cómo funcionan y no ayudar a hacer compras.

Al fin y al cabo, no hace falta comprar un juego sin estrenar para disfrutarlo. Podemos usar la copia de un amigo o comprarla de segunda mano. De hecho, lo primero es lo habitual en los juegos de mesa. En este sentido, el precio es un factor externo, que limita nuestra capacidad para acceder a los juegos, pero que no los hace ni mejores ni peores.

Pongamos un ejemplo. Yo no pagaría por Wingspan. No lo disfruto y, por tanto, no le daría uso. Si tuviera una copia y no pudiera ni venderla ni regalarla simplemente cogería polvo en mi estantería. Pero los motivos por los que no me gusta el juego no tienen nada que ver con su precio. Lo jugué gratis y me aburriría lo mismo si hubiera pagado por él.

Los análisis sobre precios también suelen caer en el error de sopesar el valor de los juegos por la cantidad de piezas, miniaturas y cartas que incluyen. En el ámbito digital, el valor se confunde con la duración. No me gusta esta tendencia y me gustaría ir en su contra, aunque sea un poco. Si queremos tratar a los juegos como artefactos culturales, el precio no debería primar sobre los méritos artísticos.

Por último, hemos de aceptar que el lector medio tiene más juegos de los que necesita. Ni siquiera la mitad termina los videojuegos que compran y parece que soy el único que no se ha gastado cientos de euros en Kickstarter. El precio ya no parece ser un factor tan importante como el tiempo y la capacidad para jugarlo.

CRÍTICOS

De todas formas, dudo de mi capacidad de sopesar precios en nombre de otros. Los juegos que compraría no son necesariamente los mismos que recomiendo. Sólo compro aquellos títulos a los que no puedo tener acceso de otra forma o que me gusta tener en mi colección. Es más probable que me gaste el dinero en un cartucho de Super Famicom que en novedades, algo bastante inusual.

Incluso así, compré mi copia de Sherlock Holmes Detective Asesor por 20€. Cosmic Encounter fue una ganga de mercadillo y ni siquiera tengo una copia de Gradius II ni Battlestar Galactica ¿Cómo voy a poder decirle a nadie que merece la pena comprarlos? Como crítico, sólo puedo compartir mis experiencias y no soy yo el que abre la cartera.

Los precios ni siquiera son constantes. Los videojuegos sufren grandes caídas al cabo de unos meses. Los juegos de mesa se quedan fuera de impresión o se reeditan cada poco. Ni siquiera se paga lo mismo dependiendo de dónde vivas. Lo que puede ser barato para mis lectores británicos no lo será para los chilenos o los argentinos.
Y, lo que es más importante, el rendimiento que le saquemos a un juego depende de factores personales. No importa lo barato que sea; si no lo jugamos, no sirve de nada. Por otro lado, un juego como Food Chain Magnate , aparentemente caro, puede ser barato si lo jugamos todos los días. Como crítico, es algo que se escapa de mi control.

Creo que es mejor dejar el precio a mis lectores. Saben más que yo de su propia situación económica. Yo sólo puedo dar consejos sobre lo que sé, que es mi propia opinión y mi propia experiencia de juego.

EXCEPCIONES

Dicho esto, que el precio sea un factor externo no ha de ser excusa para no ayudar al lector. Si el coste de un juego es muy alto, no pasa nada por decirlo. En ese sentido, es como hablar del número óptimo de jugadores o dónde encontrar un juego antiguo. No es parte del análisis crítico, pero ayuda.

También existen juegos con costes ocultos o inusuales. El mundo de los juegos sufre de prácticas abusivas como las loot boxes, las apuestas y la escasez artificial. No hablar de estos factores sería irresponsable. Y, lo que es más importante, hay títulos en los que la experiencia de juego se ve ligada a nuestros hábitos de compra.

Magic: El Encuentro es el ejemplo más conocido. Al contrario que otros juegos, no todas las cartas vienen en la caja. Un hechizo puede costarnos desde 2 céntimos hasta 40 euros o incluso más de 300. Nuestra experiencia con el juego depende tanto del propio acto de jugar como de nuestro bolsillo.
No hablar mucho de precio tampoco significa que no importe el despilfarro. Los juegos de mesa son cada vez más suntuosos y utilizan piezas de lujo, como miniaturas y monedas de metal. Para mi esta tendencia hace poco por la calidad artística de un juego y es válido criticarla, independientemente de su precio.

2 comentarios

  1. Tienes toda la razón.

    Mi hijo tenía la versión del Monopoly con tarjetas en lugar de billetes y en Reyes/cumpleaños pidió la última, el Ultimate Banking, en el que ya casi ni hay que pulsar botones porque el aparato incluso lee las tarjetas de propiedades y tiene programado el valor de cada una y a quién pertenece en ese momento. Está pensado para hacer partidas rápidas, de menos de una hora: es más ágil comprar/vender y las reglas se han modificado ligeramente. Y para algunas personas, que les aburre una partida completa del tradicional, puede estar bien, pero hay algo en la nueva forma de jugar, no te sé decir en este momento qué exactamente, que desde el principio no me acabó de convencer. Prefiero mil veces el tradicional o incluso el «tradicional» sin billetes.

    Sin embargo el último es más caro. Y no digo que no sea justo, a fin de cuentas no cuesta lo mismo un chip que un trozo de papel. Es un ejemplo, como muchos otros, de tu punto: el precio no afecta a la crítica del juego en sí. El Catan no cuesta mucho más que este y sin embargo lo disfruto más.

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