Desconfianza periodística
No me fio de la prensa del videojuego.
Nunca lo he hecho. Para cuando esa infame fotografía de Geoff Keighley, rodeado de bolsas de Doritos y leyendo líneas de un anuncio se extendió por internet como la pólvora, yo ya estaba tan cansado de ver hechos similares que ni me inmuté.
Estaba harto de ver cómo las grandes compañías del sector invitan a periodistas a hoteles de cinco estrellas para agasajarlos y de leer sobre cómo los críticos son presionados hasta el punto del despido. Ver a otra figura del mundillo vender su integridad en vivo y en directo no supuso sino la confirmación de que algo estaba podrido en la prensa del videojuego.