¡No busques la mejor jugada! Cómo planificar una estrategia

El ganador de un juego de mesa suele ser quien hace las mejores jugadas. Pero buscar estos movimientos puede no ser la mejor estrategia. De hecho, ¡no lo recomiendo! Si bien analizar todas las posibilidades parece una buena idea, es una forma ineficiente de jugar. Si queremos ganar o, simplemente, acabar nuestras partidas a tiempo, hay una forma mucho mejor de hacerlo.

ABRUMADOS

El motivo principal para no buscar la jugada perfecta es que, probablemente, no sea posible. El juego medio tiene tantas posibilidades que es difícil tenerlas todas en cuenta. En cada turno pueden existir de veinte a cientos de movimientos posibles. Incluso si sólo tardáramos un par de segundos en considerar cada uno de ellos, nos tiraríamos años para revisarlos todos. Es un método dependiente de la fuerza bruta.

Piensa en Brass Birmingham. Cada turno dispones de hasta 8 cartas en mano para construir 6 industrias diferentes en 22 lugares distintos. No es muy realista calcular todas las posibilidades sólo para saber qué hacer. Cuando los capitanes de industria del siglo XIX construían minas y algodoneras no iban pueblo a pueblo para ver dónde era mejor ponerlos, ¿por qué hacerlo en un juego?

Al fin y al cabo, repasar todos los movimientos posibles no nos asegura una respuesta. Saber qué podemos hacer y saber qué deberíamos hacer son dos temas distintos. Si confundimos uno con el otro, estaremos malgastando tiempo y neuronas sin llegar a obtener resultado alguno. Primero, tenemos que formular algún tipo de criterio que nos permita distinguir las jugadas buenas de las malas. Mirar por mirar no sirve de nada.

Puede que ni siquiera haya un número fijo de jugadas. Los juegos más sociales, como los de negociación o faroleo, no tienen. Entender el móvil tras un asesinato en Suspects tampoco es una «jugada», y, si bien Insondable se compone de sólo dos acciones por turno, ninguna nos dirá quienes son los traidores. Estamos hablando de una herramienta muy limitada. No inútil, pero sí limitada.

MARCARSE OBJETIVOS

La solución a estos problemas es marcarse objetivos. Saber lo que buscamos hará que todo sea más fácil. Primero, reduce el número total de jugadas en las que pensar. Segundo, nos deja evaluar más fácilmente qué necesitamos y por qué. Y, por último, nos permite ver el juego en su conjunto. Algunos objetivos que nos podemos marcar son:

  • Desarrollar nuestra economía
  • Conquistar un territorio clave del mapa
  • Hablar con todos los sospechosos
  • Preparar una jugada clave
  • Detener el plan de un oponente
  • Conseguir los recursos necesarios para construir un edificio muy caro

Los objetivos deberían ser sencillos. No intentes ir a por una victoria inmediata. En vez de eso, busca pequeñas ventajas u otros caminos interesantes que merezcan la pena seguir. La idea es tener un punto de referencia. Es difícil saber qué jugadas son buenas, pero es bastante sencillo analizar la estrategia de las algodoneras en Brass o si cometimos un error atacando a otro jugador en Root.

Por tanto, no te preocupes si tu objetivo no es el mejor. Una de las ventajas de jugar así es que facilita aprender de nuestros errores. Podemos ver qué objetivos conseguimos y cuáles no e, incluso, discutir el tema con nuestros rivales. No temas preguntarles ¿Qué deberíamos hacer al comienzo de una partida? Si lo sabemos se nos hará mucho más fácil todo lo demás.

HACER UN PLAN

Una vez tengamos objetivos, necesitamos un plan. Esto es, tenemos que ver cómo llevarlos a la práctica. En primer lugar, piensa qué es lo que necesitas ¿Recursos? ¿Controlar un determinado espacio del tablero? ¿El apoyo de un aliado? Haz una lista mental. Luego, intenta ver cómo puedes conseguir esas cosas. Generalmente, la mayor parte de requisitos serán bastante sencillos, como enviar a tus trabajadores a por piedra o investigar una tecnología.

De los que quedan, piensa en los más importantes. Si tu plan depende de un detalle menor, intenta centrarte en él. No es muy frecuente perder porque te quedes sin recursos pero sí que lo es por ser atacado o tener que retrasar tu estrategia otro turno. Sea como sea, nunca es demasiado pronto para hablar con los demás y probablemente puedas jugar cartas pequeñas sin riesgo alguno.

La última parte de una estrategia es comprobar tus puntos débiles. Si fueras tu rival ¿Qué harías para detenerte? Piensa en qué no te gustaría que te hicieran y luego mira cómo van tus oponentes para saber si pueden hacerlo. Si no pueden o no les beneficiaría, puedes proseguir con tu estrategia. En caso contrario, siempre puedes ir un poco más lento y protegerte o tomar un camino más largo ¡No dejes que te pillen desprevenido!

Por último, incluso si no suele ser lo mejor, recuerda que el cálculo puro y duro puede ser útil. Si tienes que elegir entre sólo un par de jugadas, hacer cuentas es la forma más fácil de ver cuál es mejor. De hecho, yo utilizo el cálculo para todas aquellas situaciones en las que sea obligatorio conocer un número exacto, como el dinero que tendremos disponible el próximo turno o cuántas acciones necesitamos para atacar.

Recuerda, cuanto mejores sean tus objetivos y mejor lleves a cabo tus planes, más fácil será todo lo demás. No hace falta hacerlo perfecto, nadie lo hace. Lo mejor que podemos hacer es posicionarnos de tal forma que todas nuestras jugadas, de forma natural, tiendan a darnos ventaja. Consigue eso y no te hará falta revisar todas y cada una de tus jugadas. ¡Mucha suerte!

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